Cuando tenía 15 años decidí postular por una organización llamada AFS para irme de intercambio a Estados Unidos por un semestre académico. Fue un largo proceso, porque ese destino no se encontraba para un semestre así que decidí poner Australia, por el idioma inglés y porque quería vivir la experiencia de vivir en otro país de habla inglesa. Tuve que llenar formularios, mostrar mis notas del colegio, certificado médico, cartas de mis padres, profesores e incluso mías. Todo eso para que finalmente me llamaran para tener entrevistas personales, grupales (con otros postulantes) y familiar.
Fueron aproximadamente seis largos meses de espera, que esos tiempos fueron eternos para mí, para que finalmente me dijeran que no había quedado por tema de notas, no obstante me pedían que pusiera más opciones de intercambio porque era muy posible que me fuera ya que cumplía con todos los otros requisitos. No sé por qué, ni cómo, pero mi nueva opción fue Finlandia por un semestre y de segunda Italia por un año, no sabía que iba a pasar, yo solo quería irme. Pasaron unos dos meses aproximadamente y finalmente me llegó mi carta de aceptación. Me iría a Finlandia en agosto del 2014 y volvería a Chile en Enero del 2015, así fue como todo comenzó, mi obsesión por viajar e irme de intercambio.


En Finlandia estuve en un pequeño pueblo llamado Lohja, con una familia anfitriona, esa es una de las ventajas de irse por AFS, vivo la experiencia completa en otra cultura, me inmerso en esta y llego a profundizar más su vida diaria, costumbres, lo que comen, entre otras cosas. Tenía una mamá (Katja), papá (Ari), cuatro hermanas (Roosa, Veera, Viivi y Miina), un perro (Otto) y dos conejos, allí me aceptaron como a una más de la familia, me daban un techo y comida -muy deliciosa, hecha toda por mi padre-. Fue extraño al principio, recuerdo que lloraba todos los días pensando en mis papas de Chile y lo único que quería era abrazar a mi mamá y decirle que quería volver a mi casa, con mi idioma y lo que consideraba normal en ese entonces.
Volver nunca fue una opción para mí, claro que lo pensé, pero era por el momento, no iba a echar por la borda una experiencia magnífica como esa. Con los meses me fuí acostumbrando a la rutina, iba al colegio todos los días, almorzaba allá y me quedaba con mis nuevos amigos, algunas de intercambio y otros del país. Es verdad que los meses se le pasan volando a uno cuando está viviendo una experiencia nueva y pasandola bien. Todos los días era algo nuevo para mí y nunca olvidaré todos los recuerdos y sensaciones que tuve en Finlandia, mi segundo hogar.

Sin duda mi primer intercambio fue totalmente diferente al que estoy viviendo ahora en España, ya sea por mi edad, la libertad, gastos, preocupaciones y miles de cosas más que si las nombrara aquí, esta lista no terminaría nunca.
Aquí en España no tengo una familia anfitriona que me reciba y me de un alojamiento con comida totalmente gratis, ellos lo hacían por la experiencia de tener a un miembro más en su familia de cualquier parte del mundo. Me sentía como en casa y tenía padres y hermanas nuevas. Aquí no es así, me tengo que pagar mi alojamiento como si fuera una estudiante de región estudiando en una gran ciudad, arriendo piso con otros estudiantes de intercambio de Argentina y Colombia, nos llevamos muy bien y no hemos tenido ningún problema en estos meses, durante este tiempo los considero como mi nueva familia ya que en estos momentos no tengo ninguna físicamente aquí conmigo.
Algo que aprecio bastante aquí es la libertad que tengo para hacer las cosas, puedo viajar, faltar a clases, ir a donde quiera cuando quiera sin tener que preguntarle o decirle a alguien en donde voy a estar. En Finlandia mis padres eran un poco así también, pero cuando uno se encuentra viviendo con una familia, la dinámica es un poco diferente. Al estar en un pueblo pequeño llamado Lohja siempre me tenían que ir a buscar a ciertos lugares porque los buses hasta mi casa pasaban solo hasta las 16:30 hrs. Aquí, en cambio al estar en un pueblo chiquito, puedo caminar y volver a mi casa a las 5 de la mañana si se me da la gana.

La alimentación es algo sumamente importante también, es como te mantienes y lo que te da energías para vivir tu día a día. En mi intercambio anterior siempre tenía comida, el colegio nos daba almuerzo gratis a las 11:45 de la mañana todos los días, almuerzos muy sanos y ricos en muchos nutrientes. Al llegar a mi casa después de clase también cenaba a eso de las cuatro o cinco de la tarde y siempre era comida preparada al horno y casi sin ningún condimento como la sal (allá en Finlandia la comida es un poco insípida y sin muchos sabores, lo comen todo al natural, algo positivo pero aburrido al mismo tiempo). En cambio, aquí tengo que ser consciente de lo que como diariamente, trato de tener proteínas y variar entre granos, pastas y ensalada, no obstante es bastante difícil mantener esa dieta y tiendo a caer en la mala alimentación y comprar chocolates y dulces solo por gula.
En cuanto a los estudios, el escolar es más libre. En mi caso no importaba que notas llegaba a tener durante ese semestre, así que solo iba a clases a escuchar con el poco finés de manejaba y el resto de la clase escribía en mi diario sobre lo que me pasaba en el día a día y los pensamientos que tenía en el momento. Aquí en Cuenca estoy realizando un semestre en la Universidad de Castilla la Mancha y los cursos que estoy tomando se convalidan con los que tengo en mi universidad en Chile que es la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV) es por eso que debo realizar trabajos, pruebas, presentaciones, entre otros. Aquí soy una estudiante más, debo hacer lo mismo que el resto –aunque por ser de intercambio tengo un poco más de libertad y menos exigencias en algunas cosas-, todo esto me influye en mi quehacer diario porque debo prestar atención y tratar de no faltar a clases por más libertad que tenga viviendo sola.

Los viajes también son una gran diferencia. En Finlandia si quería llegar a viajar era más complicado por dos cosas: ser menor de edad y pedir permiso a AFS por cualquier viaje que llegase a realizar fuera de mi área o país. Tampoco tenía tanto dinero, solo tenía una pequeña mensualidad de mis padres en Chile que me gastaba casi todo en comida o en mis pequeños viajes semanales a Helsinki para juntarme con mis otros amigos de intercambio, la ropa que compré allá era muy poca, tal vez fue por mi falta de interés o porque siempre prefería gastarla en comida -sí, amo comer-.
Aquí soy más consciente de que debo aprovechar cada segundo libre y viajar a otras partes de España o de Europa antes de volver a Chile, ya tengo la edad para viajar por donde se me de la gana y también dinero ahorrado por casi 3 años y también dinero de mis papás que me dieron cuando cumplí los 18 años, algo así como una cuenta de ahorro en la que estuvieron depositandome dinero cada cierto tiempo desde que era muy pequeña. Con esto aprovecho de viajar y para enero me haré un tour por algunos países de Europa y conocer lo más que pueda.

Sin duda son muchas las diferencias y cada experiencia tiene muchos beneficios, estoy sumamente feliz de tener la oportunidad de vivir ambas y no me arrepiento de nada en ninguna -hasta ahora-. Cualquiera que desee realizar un intercambio debe pensar en lo que quiere lograr y qué tipo de experiencia es la que desean experimentar. En ambos se viaja, se aprende y se conocen a personas de la cultura en la que estás inserta y de otras también. Uno es representante de su país y es tarea de nosotros romper las barreras que existen y darnos cuenta que en realidad todos somos iguales no importa de donde vengamos.